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CORONAVIRUS: «Contra el sálvese quien pueda»

Por: Juan Iglesias
El horror más profundo tiene su rostro. Y tiene un comportamiento que es pisar la cabeza del otro. Esa cabeza que se pisa puede ser de un vecino, de un desconocido o incluso de un familiar. Lo seguro es que esa cabeza que se pisa, es de otro argentino, de otro conciudadano.
Este monstruo tuvo su esplendor en el gobierno pasado. Pero es un bicho que corroe en lo más hondo y nunca falta. Es pegajoso y se activa en momentos de frustración, de desolación y a veces cuando hay simple mezquindad o miseria. Algunos portadores hasta intentan justificarse creyendo que todo está en contra suyo. Dicen que la sociedad está toda podrida; que el país no tiene remedio; que predomina la ley de la selva. Algunos pseudoargumentos o ideas que no hacen menos patética, a su actitud destructiva.
La lucha contra el coronavirus, tuvo cierta efectividad en la Argentina, y esto empieza a ser demostrable si lo comparamos con otros países como Brasil o Estados Unidos. El sálvese quién pueda y su insensibilidad, sigue siendo la mayor amenaza en esta lucha, aunque esa actitud irresponsable, es el enemigo natural de toda comunidad y en cualquier momento.
La organización y el esfuerzo compartido, se rompen fácilmente y con efectos irreversibles, en el momento en que un individuo decide no cumplir con la norma de cuidado social. Y como dijimos anteriormente esto puede ser amparándose en su libertad personal, en su vana rebeldía, o en su instinto de supervivencia y necesidad desesperada también en algunos casos.
Hay que ir un poco más allá con la mirada, pensar en la fuerte desigualdad presente, y en que las condiciones de pobreza material existentes no se prestan muchas veces para un virtuosismo cívico-nacional, o a un más primitivo sentir comunitario. Pero en otros casos quizá si pueda ser pertinente levantar la mano y señalar con el dedo, cuando la necesidad económica no pareciera ser la causa de esta irresponsabilidad, sino más bien lo sea su contrario: la codicia.
Esta demostrado que este «monstruo» que denominamos sálvese quién pueda o simplemente actitud antisocial, tiene un amplio espectro y atraviesa las diferentes clases sociales. Que su marco de ideas es flexible e incluso puede tomar el color de los adornos artísticos más excéntricos, y en algunos casos también remitirse a corriente estupidez.
Predominan en esta época, los pensamientos sobre el cambio de valores, y generalmente alentado por los reacomodamientos geopoliticos, que implican una consecuente transformación cultural. Del dominio de los valores desarrollados en europa, exportados a todo el mundo por Estados Unidos, a los valores forjados en China que hace rato dan que hablar y en muchos casos incluso son puestos como el ejemplo a seguir. Por ejemplo hablando del respeto social de la cuarentena, con su respectiva eficacia en la no proliferación del virus, destacando algunos así el disciplinamiento de las sociedades asiáticas, el respeto por las jerarquías y su identidad nacional legado de su educación.
Sin duda todos estos cambios globales nos seguirán golpeando y quizá podamos aprender en algún casos de esos golpes también. Como argentinos tenemos una larga tradición intercultural. Bienvenido sea el estudio y la curiosidad por estas viejas (milenarias) culturas asiáticas, en este andar que pretende ser original argentino y latinoamericano. Pretensión excluyente, si no queremos ser devorados por la fragmentación de la ley del más fuerte y por el famoso monstruo de la mezquindad.